Hace más de una década inició en México la facturación electrónica, justo en el año 2005, sin embargo fue en 2004 cuando el Servicio de Administración Tributaria (SAT), Órgano Administrativo Desconcentrado de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, creó el marco legal para la implementación del llamado Comprobante Fiscal Digital y con ello dejándose atrás a toda una generación de impresiones para demostrar compras y ventas.
Antes de eso, todavía en 2003, era bastante común el emitir facturas cuando se recibía dinero o al momento de hacer un pago, siempre que se proporcionaran datos esenciales como el RFC (Registro Federal de Contribuyentes), el domicilio, razón social y número telefónico, así como expresar si se era persona física o persona moral; solo entonces se podía dar paso el llenado de las papeletas en el que se expresaba el concepto de la transacción.
En aquellos tiempos era obligatorio acudir a una imprenta autorizada por la autoridad federal para solicitar los formatos de comprobación en los que se solía agregar un logo, hasta con la posibilidad de hacerlas de un tamaño u otro, con copias, ya sea en una tinta o varias, según el alcance presupuestal.
Tanta papelería convirtió en un hábito su almacenamiento para implementar la parte administrativa y atender el aspecto contable, aunque su acumulamiento obligatorio temporal, al paso de los años fiscales se convertía en una carga por el espacio ocupado en cajas o archiveros y con ello hasta gastos, siempre previstos en cuanto al personal asignado con ese fin o al menos para la adquisición de carpetas, folders, clips y grapas.
A pesar de que la transición del papel al modelo digitalizado en su forma rústica en la primera fase resultó bastante accidentado, tedioso, confuso y con grandes lagunas de confusión, alcanzó el mar de la tranquilidad una vez que se le fue entendiendo la dinámica para su emisión, pero no del todo.
Lo mejor de esta evolución fiscalizadora es que ya no fue necesario estar invirtiendo de manera condicionada en diseño e impresiones, por lo que estos cambios impulsados desde la Federación, se convirtieron en un ahorro paulatino, pues más adelante tampoco era indispensable ir a tiendas minoristas o mayoristas por artículos de papelería antes destinados al campo de la archivonomía.
Ahora bien, aunque hay flexibilidad en lo que respecta a la facturación electrónica, todavía suele haber contratiempos, dudas y hasta dificultades, por lo que su llenado, control, verificación, emisión y envío, pueden convertirse en un serio dolor de cabeza, acompañado de angustia e incertidumbre.
Es por ello que lo mejor para contrarrestar los efectos de tanta tramitología y para no quedar mal no solo con los clientes, sino con el SAT, es contar con plataformas especializadas y enfocadas al rubro de los CFDI o Comprobantes Fiscales Digitales por Internet, todo de manera fácil y rápida, asesoría, con garantía en cuanto al funcionamiento y operatividad, siempre en línea.
Ante eso, habría que agregar que según las necesidades, el tamaño y giro de la empresa, podría llegar o ocuparse de algo más específico, como el timbrado, manejo de XML y hasta la carta porte, entre otros servicios indispensables para lograr la eficiencia en un negocio, todo al alcance de un clic y así tener lo contable en orden, al día y sin claroscuros fiscales.