El cáncer testicular es el tumor maligno más común entre hombres de 15 a 35 años, y aunque tiene un pronóstico altamente favorable si se detecta a tiempo, la mayoría de los jóvenes no practican la autoexploración testicular, una medida preventiva sencilla, gratuita y eficaz. Así lo revela una investigación liderada por María Fernanda Martínez González, maestra en Ciencias en Salud Pública egresada de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
El estudio, basado en dos cuestionarios validados, encuestó a 980 estudiantes varones dentro del rango de edad más vulnerable. Los hallazgos son contundentes: el 50.3% nunca se ha realizado una autoexploración testicular. Esta cifra refleja una alarmante falta de conciencia sobre una práctica que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Los cuestionarios evaluaron el nivel de conocimiento sobre el cáncer testicular, la actitud frente a la autoexploración, la percepción de susceptibilidad y las barreras percibidas. Los resultados indican que los jóvenes que tienen mayor información sobre la enfermedad, comprenden los beneficios de la autoexploración y no sienten vergüenza al realizarla, tienen una probabilidad significativamente mayor de adoptar esta práctica.
Barreras invisibles: el estigma y la desinformación
Entre los principales obstáculos se identificaron la vergüenza, la falta de información sobre cómo realizar la autoexploración, la percepción de que no es necesaria y el desconocimiento de los signos de alerta. A diferencia de otros tipos de cáncer como el de mama o el cervicouterino, el cáncer testicular recibe poca atención en campañas de salud pública, lo que contribuye a su invisibilidad.
«Una práctica que salva vidas»
La autoexploración testicular se recomienda desde la adolescencia, entre los 12 y 15 años, y debe realizarse una vez al mes. No requiere equipo médico ni condiciones especiales. En menos de dos minutos, el joven puede identificar signos como dolor, abultamientos, inflamación de vasos sanguíneos, cambios de coloración o tamaño. Detectar estos cambios a tiempo permite acudir al médico para una evaluación más profunda y, si es necesario, realizar estudios de imagen o laboratorio.
Martínez González propone una estrategia integral que incluya:
- Campañas de difusión dirigidas específicamente a hombres jóvenes.
- Talleres educativos en escuelas y universidades.
- Materiales informativos sobre cómo y cuándo realizar la autoexploración.
- Espacios seguros para hablar del tema sin prejuicios ni tabúes.
“Es una práctica sencilla, rápida y gratuita. Lo único que la limita es el estigma y la falta de información. Si logramos que los jóvenes conozcan su cuerpo y pierdan el miedo a explorarse, estaremos dando un paso enorme en la prevención del cáncer testicular”, concluye la investigadora.
La investigación está siendo redactada en un informe técnico que será presentado a instituciones de salud, con el objetivo de impulsar políticas públicas y programas de prevención. Martínez González enfatiza que la promoción de la salud debe ser un trabajo en equipo: desde la educación en casa, la formación escolar y el compromiso del personal sanitario.