martes, noviembre 25, 2025

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Espacio migrante en Tijuana: comunidad y apoyo a familias migrantes

Espacio Migrante, asociación civil que defiende los derechos humanos de las personas migrantes, sostiene día a día una lucha que combina acompañamiento práctico, refugio y resistencia cultural.

El albergue, con capacidad para 45 personas, se ha convertido en un espacio internacional que prioriza a familias provenientes de Centroamérica, Haití, Rusia, Turquía, Ghana, Guinea y otros países. Junto a él, el centro cultural abre un lugar de intercambio donde se realizan actividades haitianas, africanas, salvadoreñas, colombianas y venezolanas, tejiendo comunidad más allá de las fronteras.

La labor cotidiana incluye talleres de derechos humanos, apoyo en inscripciones escolares, traducciones médicas y acompañamiento en trámites. Para la comunidad haitiana se han creado proyectos específicos: clases de español sabatinas con voluntariado y un club de tarea que atiende a 13 niñas y niños frente al rezago académico. “Queremos que las personas puedan independizarse, que no dependan siempre de una organización, sino que tengan herramientas para avanzar”, explica Gus Misher, estudiante de la UABC y activista en Espacio Migrante.

El acompañamiento también se extiende a familias mexicanas desplazadas internas y a quienes llegan de otros estados sin conocer los procesos locales. Muchas veces las personas huyen sin documentos y enfrentan obstáculos para inscribir a sus hijos en la escuela o acceder a servicios básicos. En esos casos, Espacio Migrante busca alternativas, como el apoyo de programas educativos para adolescentes mayores de 15 años, y ofrece interpretación en consultas médicas para que nadie quede excluido de su derecho a la salud.

La historia de la comunidad haitiana en Tijuana, presente desde 2016 tras largas rutas migratorias por Brasil, Chile o Nicaragua, muestra la resiliencia de quienes atraviesan múltiples países para llegar a la frontera. Espacio Migrante acompaña esa trayectoria con proyectos que buscan no solo cubrir necesidades inmediatas, sino también abrir caminos de integración y autonomía.

Más allá de los servicios, el trabajo se sostiene en la empatía: ponerse en el lugar del otro, sentir su dificultad y tender la mano. “Mi trabajo es muy sensible. A veces lloro, a veces me duele, pero siempre me pongo en el lugar de las personas. Creo que los países que apoyan a Israel deberían ponerse en el lugar de Palestina, de los niños y las familias que sufren en Gaza. La empatía es lo que nos hace humanos”, afirma Misher.

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