Durante el 18 Simposio de Historia de Tijuana, el historiador José Gabriel Rivera Delgado, jefe del Archivo Histórico del Estado, ofreció la conferencia “Ciudad Zaragoza. Un centenario”, en la que repasó los momentos en que la ciudad llevó ese nombre y cómo este episodio marcó la identidad local.
Rivera evocó la figura de Rebequita Herrera (nacimiento 27 de junio de 1926), conocida como “la mamá de Tijuana”, quien solía decir que no había nacido en Tijuana, sino en Ciudad Zaragoza. “Ella fue nuestra máxima estrella en el Archivo Histórico, siempre con la alegría de hablar de su ciudad y de sus recuerdos”, relató, al mostrar una fotografía de la señora vestida de china poblana, símbolo de las tradiciones que acompañaron la vida comunitaria en las primeras décadas del siglo XX.
El historiador explicó que el nombre Zaragoza apareció por primera vez en 1889, cuando el ingeniero Ricardo Orozco elaboró el plano del pueblo. “Tijuana surgió siendo una ciudad innovadora, porque este plano con diagonales y plazas no existía en ningún otro lugar del país”, señaló, al destacar que el proyecto respondía a influencias del urbanismo positivista europeo.
Rivera detalló que el cambio de nombre en 1925 fue impulsado por el gobernador Abelardo L. Rodríguez, quien promovió la denominación de Zaragoza para la ciudad, mientras que el municipio conservaba el nombre de Tijuana. “No se trató solo de un cambio de nombre, sino de un decreto que establecía la denominación de Zaragoza para la ciudad, mientras que el municipio seguía llamándose Tijuana”, puntualizó.
El investigador mostró documentos y fotografías que evidencian cómo en esos años coexistieron ambos nombres en actas oficiales, certificados escolares y hasta en el servicio postal. “Era común ver tarjetas postales con la leyenda Tijuana-Zaragoza, aunque en la vida cotidiana la gente seguía llamando Tijuana a su ciudad”, explicó.
Rivera subrayó que el periodo de 1925 a 1929 fue clave para el crecimiento urbano y social. “En esa década Tijuana se convierte en una ciudad, su población crece mil por ciento y surgen instituciones culturales, educativas y sindicales que marcaron su identidad”, dijo al mostrar imágenes de la Plaza Santa Cecilia y de las primeras asociaciones locales.
El historiador también recordó que el cambio de nombre estuvo vinculado a intereses económicos y políticos. “No fue únicamente una cuestión simbólica, sino una estrategia de poder que buscaba consolidar proyectos y obras públicas en la región”, comentó, al mencionar la construcción de escuelas, hospitales y la introducción de servicios básicos como agua potable y electricidad.
Rivera destacó que incluso en documentos escolares y actas de nacimiento de la época se utilizaba la denominación Zaragoza. “Aunque la comunidad nunca dejó de llamar Tijuana a su ciudad, los documentos oficiales mantuvieron el nombre Zaragoza durante cuatro años, lo que explica la riqueza de testimonios y registros que hoy forman parte del Archivo Histórico”, señaló.
El historiador compartió ejemplos de cómo instituciones locales adoptaron el nombre Zaragoza en sus primeras décadas, como el Centro Motorista Zaragoza, el sindicato de choferes y la logia masónica Ignacio Zaragoza. “Estos nombres reflejan cómo la ciudad intentaba consolidar una identidad distinta, aunque en la práctica prevalecía el uso de Tijuana”, explicó.
Finalmente, recordó que en 1929 el decreto presidencial devolvió oficialmente el nombre de Tijuana, cerrando un capítulo breve pero significativo. “El regreso al nombre original respondió a la fuerza de la costumbre y al arraigo de la comunidad, que nunca dejó de llamar Tijuana a su ciudad”, concluyó.













