En el corazón de Rancho San Marcos, rodeado de viñedos, historia y creatividad, se encuentra Vinos Pijoan, una vinícola con alma catalana y espíritu mexicano. Fundada en 2002 por el Dr. Paul Julius Pijoan, su origen está marcado por una transformación personal: de la ciencia veterinaria al arte del vino.
Paul, hijo de refugiados de la Guerra Civil Española, encontró en México su hogar y en el vino, una nueva vocación. A los cincuenta años, en lo que él llamaba con humor “la crisis de la mediana edad”, cambió el laboratorio por las barricas, y el convertible rojo —símbolo de ese giro vital— se convirtió en emblema de su nueva aventura.
La primera etiqueta, Leonora, un Cabernet Sauvignon con Merlot, fue dedicada a su esposa. Desde entonces, la línea Familia ha crecido con vinos que llevan los nombres de sus hijas, cada uno inspirado en su esencia. Esta narrativa íntima y emocional se refleja en cada botella, donde el vino se convierte en memoria líquida.
Hoy, Vinos Pijoan ofrece una gama diversa: tintos, blancos, rosados, vinos naturales y añejados en botella y barrica. Su enfoque combina técnicas tradicionales con una sensibilidad contemporánea, buscando siempre capturar la personalidad de cada vino más allá de la variedad de uva. Cada etiqueta cuenta una historia, cada sorbo evoca un momento, una emoción, una raíz.
La vinícola se ubica en una zona pintoresca del Valle de Guadalupe, cerca de “Tres Líneas” y los columpios con dinosaurios, un punto de referencia local que añade un toque lúdico al recorrido. Su espacio invita a la contemplación, la conversación y el descubrimiento, con atención personalizada y una atmósfera relajada que refleja el carácter cálido de la región.
Ismael Solorio, representante de la casa, comparte que Vinos Pijoan es más que una empresa: “Aquí el vino nace de historias, no solo de uvas. Cada etiqueta tiene una razón de ser, un rostro, una emoción”.
Con más de dos décadas de trayectoria, Vinos Pijoan se ha consolidado como una vinícola de autor en Baja California, reconocida por su autenticidad, su narrativa familiar y su compromiso con la calidad. Su presencia en el Valle de Guadalupe contribuye al prestigio internacional de la región como destino enoturístico, y su propuesta invita a redescubrir el vino como un vehículo de memoria, identidad y afecto.
