En entrevista, el especialista en economía de la conservación Donovan Rypkema afirmó que la preservación de edificios históricos y patrimonio cultural no puede depender únicamente de los gobiernos, pues “ningún país en el mundo tiene suficiente dinero para hacer toda la conservación que debería hacerse”.
Rypkema explicó que se requieren tanto regulaciones claras como incentivos efectivos para motivar la inversión privada en la conservación del patrimonio. “En inglés decimos carrots and sticks, zanahorias y palos. Sin ambos, el trabajo no se hace correctamente”, señaló. Reconoció que los incentivos transfronterizos enfrentan obstáculos por las diferencias fiscales y jurídicas, pero insistió en que es posible aprender de experiencias internacionales para adaptar herramientas útiles.
El especialista fue enfático en que la comunidad debe estar involucrada desde el inicio:
“Si va a ser un esfuerzo sostenible, la comunidad necesita participar desde el principio. Esa participación debe ser permanente y puede tomar muchas formas, pero lo que no puede pasar es que se intente conservar sin la comunidad”, afirmó.
Además, subrayó la importancia de involucrar a las nuevas generaciones en la conservación de la herencia cultural. Como ejemplo, mencionó cómo muchas parejas eligen fotografiarse frente a edificios históricos en momentos significativos de su vida, un gesto que refleja la conexión espontánea con las generaciones anteriores. “La idea está ahí; lo que falta es traducir esa conexión en un compromiso más amplio y sistemático”, dijo.
La conclusión fue clara: la conservación del patrimonio cultural en Tijuana y en el mundo es una tarea compartida entre gobiernos, sector privado y ciudadanía, y solo será posible si se convierte la memoria en acción sostenida
