Mucho me han pedido que escriba sobre la muerte de un hijo bebé. Es quizá una de las pérdidas más dolorosas, la que te orilla a sentir la impotencia, el coraje y la culpa en su máxima expresión.
Tu vida cambia desde que sabes que vas a ser madre. Empiezas a pensar en plural, a comer por dos y a proyectar tu vida y la de tu pequeño. Eliges un nombre lleno de significado, te urge que salga de tu vientre para abrazarlo y mimarlo. Y si sabes si va a ser nene o nena le imprimes un sello de éxito profesional.
Tu vida de detalles, tus ilusiones y tu espacio vital se funden en una esfera de amor incondicional y ternura. Te sientes invencible y poderosa. El simple deseo de ser madre te vuelve invulnerable y casi una diosa.
Si tienes la fortuna de estar acompañada te sentirás absolutamente protegida y familia y amigos te harán la espera encantadora, cuidada y sublime.
Pero lo único seguro de la vida es la muerte. Y en este plano del planeta, en occidente, pensamos y sabemos que por razonamiento lógico los más viejos tienen que morir antes que los jóvenes, los padres tenemos que morir antes que nuestros hijos.
En las culturas milenarias de oriente, la muerte es vista y aceptada con más resolución porque la práctica del desapego y el conocimiento de que la belleza y la felicidad solo son instantes, el aquí y el ahora, es su forma de vida.
Cualquiera que sea la causa de la muerte de tu hijo romperá en millones de cachitos tu corazón, tu entendimiento, tu razón y voluntad hasta poner a tu alma de rodillas. Perderás el Sentido de Vida.
Al morir un bebito, mueren con él la esperanza, tus sueños, tus proyectos y todas tus ilusiones. Nada ni nadie llenará ese espacio. Por eso el acompañamiento, el respeto y el cariño se vuelven protagonistas para vivir todas y cada una de las etapas del duelo.
Expresar todo lo que te duele como tus angustias y tus miedos ayuda a poner a flor de piel tus sentimientos más profundos. Darte el permiso de llorar para enjuagar el alma y poco a poco, como campo de rocío, llegará a ti la aceptación.
Déjame tomar tu mano y decirte con el corazón que tu hijo no es tu verdugo y que tienes todo el derecho de vivir a plenitud. Por ti y por los que ya se adelantaron vive tan bien como quieras y haz lo que más te guste. Ser feliz es una forma de honrar a los que amamos.
No descartes la posibilidad de pedir ayuda profesional. Con un buen manejo y en un ambiente donde se estimule la catarsis lograrás diseñar nuevos sentidos de vida.
Te prometo que con el tiempo, si bien el dolor no desaparece, el sufrimiento se irá diluyendo. El saberte acompañada y comprendida te ayudará enormemente.
Al salir de tu dolor y empezar a sublimar en lo que te apasiona podrás ir pegando los pedazos rotos hasta llegar a sorprenderte a ti misma.
Decide que tu aquí y ahora sea un acontecimiento maravilloso y edificante. Aún puedes trascender y dejar algo de ti en los demás.
Con cariño,
Laura
Acerca de Laura del Carmen Sánchez
Internacionalista, Humanista y Freudiana.
Especialista en Desarrollo Humano, Pérdidas, Procesos de Duelo, Historia Universal, Sociedad, Culturas y Religiones.
Cuento con diversos posgrados como: Logoterapia y Tanatología por la Universidad Anáhuac del Norte, el SMAEL, Sociedad Mexicana de Análisis Existencial y Logoterapia, y por el Hospital 20 de Noviembre y la Asociación Mexicana de Tanatología. También tengo posgrados en el área de Humanidades y Ciencias Sociales por la Universidad de York, Reino Unido y el Colegio de México.
He trabajado en el Gobierno Federal, como la Secretaria de Desarrollo Social y en D.I.F. Nacional como enlace con organismos internacionales a favor de los niños de la calle.