La única forma viable que conozco después de acompañar durante las etapas del duelo a muchos pacientes es: atravesar la tempestad de los sentimientos más profundos y lacerantes que puede resistir el cuerpo físico y espiritual de un ser vivo.
La constante tristeza que camina como sombra asida a nosotros es ,al mismo tiempo, una sensación absurda y hermosa. Es el principio y el fin que llega a nuestras vidas como un huracán entre el sueño y la pesadilla.
Nada es lo que era ahora, todo está roto dejando muchos vacíos en medio de una habitación oscura.
Es tiempo de sanar vínculos, rencores, tocar fondo, aceptar lo que es y lo que ya no es.
Mostrar tus sentimientos no te hace débil, te hace humano y valioso. Recuerda que puedes pedir ayuda cuando sientas que no soportas más. Te sorprenderás de las muchas personas que te pueden apoyar.
Aprende a delegar tus cargas de trabajo por ejemplo el cuidado de los hijos, la casa, la comida, los pagos de servicios, incluso pasear a las mascotas para poder dormir.
Cuida de tu sueño, tu descanso mental y tu integridad. Déjate arrullar por el valsecito gris de la nostalgia.
Recuerda que estas en proceso de sanación y necesitas tiempo para escucharte y ser escuchado.
Desde mi corazón te invito a no evitar la tristeza, tampoco te limites ¡llora! porque en el llanto te reconocerás.
Te prometo que esto también pasará. En la incomodidad algo cambiará en ti para que brilles a través de tus pedazos rotos.